viernes, 29 de enero de 2010

Racconto



No es un desafío, sin embargo me propuse contar cierta cosa tal cual me sucedió y de como esta tiene un eco importante para mi vida hoy. Es cierto que hay veces en las cuales considero que el lenguaje simplemente no da para tanto, pero haré el mayor de los esfuerzos por relatar ciertos sucesos tal cual sucedieron. De cómo la paz de todo lo que me rodeaba y de todo aquello que estaba al alcance de mis sentidos se derrumbó.

Yo era un niño de unos 8 años, para ese entonces todo suscitaba mi atención, no me era difícil por lo tanto estar entretenido en cualquier quehacer. Sin embargo algo que me debió haber alertado desde más temprano en mi infancia, se torno algo evidente y terrorífico para mi diario e ingenuo vivir de aquel entonces.

Solía en las noches ir de mi cama a la de mis padres buscando su regazo, la mayoría de las veces por dos razones: Una, el temor supersticioso a la oscuridad y ciertos ruidos nocturnos, y la otra por el simple hecho de rezar. Una noche de ellas en las cuales rezábamos, aquel juego de luces que solía ver en el techo de mi casa, mientras mi madre y yo seguíamos el Padre Nuestro que entonaba mi padre, paso a convertirse en algo cotidiano para mi mente infantil, que poco a poco adquirio una dimensión demasiado real para mis sentidos y pensamientos transformándose luego en algo sencillamente aterrador, ¡Sí, aterrador! puesto que una vez confesado esto a mis padres, cayeron en cuenta que dada la recurrencia de mis “ahí están” “ellas van ahora hacia allá” “ellas están sobre nosotros ahora” decidieron llamar a una mujer que tenia por oficio santiguar.

Pero bien, no es aún el tema de las esferas luminosas que veía o de cómo ángeles me susurraban en las noches en una lengua que no podía comprender completamente, o de cómo estos mismos al despertar descendían del techo de mi pieza o la de mis padres; si no de lo que vi cuando esta mujer acompañando las señales que hacia en mi frente mientras rezaba, pedía por mi tranquilidad.

Esta mujer en un espacio de unos días menor a los de una semana, concurría a mi hogar por las tardes. A veces a solas o en compañía de mis padres ella dedicaba a desarrollar su trabajo sumida en una tranquilidad de la cual siendo yo un niño sospeche y lo digo por que al tercer día en que la mujer se hallaba a solas conmigo pude ver entre los rezos y señales que ella ejecutaba; vi con mis propios ojos a un ángel y a su lado una mujer joven. Este suceso que bien pudo haberme paralizado y hacerme presa del pánico, simplemente no lo hizo. Cuando visualizaba la escena de la mujer, el ángel y el niño, de esa mujer y yo en esa pieza, me reportaba una extraña serenidad; en verdad, pese a ser un niño, entendí que ahí no había nada de que temer.

Recuerdo bien, al quinto día, fueron las siguientes palabras que ella dijo a mis padres a manera de confesión:

"tengo una sensación extraña cuando estoy a solas con el niño…no quiero asustarles, yo no se de èl, pero ese niño creo que de verdad ve lo que dice ver...pero creo también que no puedo seguir viniendo"


En efecto, “puedo ver” tal y sencillamente como lo expreso esa mujer, era muy cierto que no solo veía a mi alrededor sino al mirar a los ojos de ella y posteriormente los ojos de las demás personas yo veía aún más. Eso lo se muy bien ahora y lo supe de una manera sorpresiva en ese entonces: un día que la mujer arrodillada frente a mi a los pies de la cama, paso su vista por mis ojos y como algo que le alerto de cierta cosa que no supo entender pero que no le privo de volver a mirar y tentada de curiosidad pregunto: ¿Qué ves?

Hay veces que las personas formulan preguntas ignorando si son capaces de soportar la verdad de una respuesta, o de plano ignoran las dimensiones de su pregunta.

Pero bueno, el punto es que al responder a la mujer, ella simplemente se aterró no sé si mas de mi o de la respuesta, puesto que para mi fue tan evidente su historia como para ella su incapacidad de ayudarme: Ella se dedicaba a santiguar mas bien por expiar una antigua culpa que por poseer cierta capacidad o don y su culpa yacía en la ayuda que ella había brindado a una joven para abortar, eso no lo supe de esta manera ni con este enfoque de las cosas que hoy poseo, pero fue visible para mi cuando respondí a su pregunta:

"la mujer que esta parada a su lado murió de pena, usted ayudó a que su hijo muriera"


Ciertamente vi mas cosas y percibí mas cosas de esa mujer que expiaba su culpa santiguando, pero no la juzgo.

Desde entonces mi vida adquirió un matiz distinto, todo a mí alrededor me habla de algo, me cuenta una historia, tenga vida o no.

jueves, 21 de enero de 2010

Fantàsmas!



Lo que veo es tan sòlo una reflexiòn de mi mìsmo; pues lo que yace afuera yace dentro tambièn.

miércoles, 13 de enero de 2010

Entèrate!



Sì, mèate y càgate porque ni tu mamà, ni tu papà ni tus hermanos te salvaràn de nada.

Esta vida es un viaje individual, no lo has notado?

Solo tienes tus palabras y tus actos...¡Si es que!